domingo, 27 de julio de 2014

Alrededores de Somosierra.


Agradecidísimo a Enrique que se ha animado a madrugar para darse una vuelta conmigo por carretera por los alrededores de Somosierra.






Ramón odia el calor. He de decir que debió apuntarse pues ha hecho una fresco de mañana de verano que ha sido un verdadero placer. A partir de las doce ya ha sido otro cantar, pero ya íbamos de vuelta.









Subiendo hacia Somosierra existen cuatro pueblos a la izquierda pasado Lozoyuela que hace tiempo he tenido interés en ir a verlos; Se encuentran metido entre bosque no de pinos, destacando las torres de sus iglesias sobre la vegetación.







Están altos, y permiten unas buenas vistas de la Sierra, y de los pantanos de la zona. Huele a humedad, baja agua por algunas cunetas, y vacas por todos los lados. ¿Madrid?






La agradable mañana nos lleva a desayunar al fresco en la única mesa que hay. 100 % de "Buenos días". Todos los que han pasado por la calle o entrado y/o salido del bar han saludado. Que cosas. Ha sido un rato muy agradable de conversación ahí sentados en compañía de dos enroscados chuchos.






Iglesia de interés cultural. Vamos a verla. Y merece la pena. Hasta huerto y árboles frutales.





Como no, al final pisamos tierra siguiendo unas indicaciones de "al molino", que no hemos visto. La verdad es que cualquier esfuerzo  se traduce en cansancio inmediato y sudor.






Buena vista del barranco y el puente de la vía del tren






Y La Carretera de la Acebeda a Robregordo, de las de moto con suspensiones largas para tragarse los agujerazos de asfalto. ¡Madre mía, todavía queda alguna como esta, menos mal!






Nacimiento del Duratón.





Logro que Enrique suba sin matarse.






Después hemos vuelto por secundarias pero por la Sierra Pobre, atravesado la curiosa presa de Puentes Viejas y llegado a Torrelaguna donde hemos hecho una parada más para tomar una aperitivo.






A las dos en casa, hora perfecta, hora en la que ya vuelves deseando llegar a casa por el calor que ya es intenso.

lunes, 14 de julio de 2014

Monsaterio de la Hoz

Sigo disfrutando, escribiendo y fotografiando sobre hoces, pero esta vez en bici, y en el Duraton por una zona que no conocía: El Monasterio de la Hoz.




Increible, ¿no es así? Más cuando se ve donde está levantado.

Trece grados había cuando empezaba a dar pedales desde Burgomillodo. Salí abrigadillo




La ruta comienza con una fuerte subida, con arena; Frío, sin ser yo un bicicletero, empiezo como debo: andando

Tras esta planicie aunque alta, con la vista puesta en mirar por encima de aquél bosque hacia La Mujer Muerta, aparece el enebral. A derecha e izquierda existe una hilera de piedras que parece indicar que mas allá no se permite andar con cacharros a motor. ¡Cuántas horas poniendo piedras!






Mi propósito es principalmente conocer el Monasterio, que no he conocido, porque ya tengo como misión para el futuro bajar, pero con tiempo sólo para eso.

Luego quiero bajar hasta la confluencia con el río San Juan y meterme por los caminos que salen a la izquierda para asomarme a Esas Paredes.





Sigo conociendo la bici nueva. Es distinta a la de toda la vida, que no ni mejor ni peor ( me puede el cariño hacia Mi Bici), pero es más agil, ligera, su manillar ancho permite tontear entre las piedras bajando despacio.




Preciosas vistas de san Frutos desde el Otro Lado





Aquí, arriesgando: como se levante viento o pase uno de esos buitres cerca que mueva el aire "hacia allá", se me va la bici al río. Ahora que lo pienso, oye.




Por fin, ahí le tengo. Ahí abajo.  Es el momento de sentarse a disfrutar. Incluso desde otra perspectiva y aprovechando para darle a la merienda.





Bienvenidas alforjas para dejar ropa y llevar mis trastos para un momento así, incluídos prismáticos, nunca mejor aprovechados.

Allá abajo había dos tipos. Uno con piragua, pero otro no. He de encontrar cómo bajar y entrar al Monasterio.





Sigo ruta, camino del Río San Juan. avanzo ahora por una senda.




Este camino promete: bosque a la derecha y cañón a la izquierda. Trialeando entre piedra, raíces de pinos y trampa de arena.




Y el tiempo apremia; Esto es más lento y "me he pasado" tres pueblos con las vistas desde distintos puntos del Monasterio, además de hacer equilibrios por las rocas.

Pongo la vista en el GPS y miro lo que llevo y lo que queda, dejando en su pantalla la ruta completa. Decido dejar ese ratonero camino para otro día en el que ya no me preocupe de las vistas de esas paredes de piedra levantadas por sábete quien y ocupadas por monjes haciendo sus cosas con pocas noticias y mercaderías recibidas a lomos de un burro, asno, que se yo para llegar allí.




De vuelta, cojo uno de esos caminos que dejé a mi izquierda. Ya que vuelvo, que sea con la misma tranquilidad.

Encuentro unos coches aparcados. Ya son las doce pasadas y hay gente, al parecer. Veo una lengua de arena que baja. esa gente ha tenido que bajar por ahí, por esa torrentera ahora con arena. me decido a tirarme y dos cosas me sorprenden: una que nunca me había tirado por la arena asi en bici y resulta divertidísimo, timoneando y sin que la bici se hunda, al contrario que la moto en la que no debes dejar de acelerar; Y dos: 





Saco de las alforjas toalla y bañador y ...

La subida..., a su debido tiempo, no hay prisa.





Tras disfrutar de un baño refrescante bajo esas paredes verticales y altas,  me seco, me cambio y con calma subo. Me lleva algo mas de diez minutos, entre momentos de bici a cuestas y la 90 % empujando pero con muchas paradas.




Deseando estoy en volver a bajar. Incluso veinte veces con la bici y cargar con ella. Gozada de rincón.




Chunda, chunda pedaleo camino del coche, a ratos con suelo de camino pedregoso, otras veces liso y otras con arena.




Y termino la mañana de nuevo en " El Burgo" ahora ya con 25 grados, no 13.